¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¿Por qué el título de Auxiliadora? ¿Nuestra Señora tiene como mayor gloria el ser auxiliadora?
¿Para Nuestra Señora no es gloria mayor ser Madre de Dios? ¡Es claro! ¿Para Ella no es gloria mayor ser co-Redentora del género humano? ¡Es claro! ¿Para Ella no es gloria mayor haber sido concebida sin pecado original? ¡Es claro! ¿Por qué, entonces, Nuestra Señora Auxiliadora? ¿Por qué tanta insistencia en torno de esta invocación: Nuestra Señora Auxiliadora?
Se comprende, pues Ella, Madre de Nuestro Señor Jesucristo y nuestra Madre, está permanentemente dispuesta a ayudarnos en todo aquello que nosotros precisamos. San Luis María Grignion de Montfort tiene una expresión que parece exagerada, pero que está absolutamente dentro de la verdad: si hubiese en el mundo una sola madre reuniendo en su corazón todas las formas y grados de ternura que todas las madres del mundo tendrían por un hijo único, y esa madre tuviese un solo hijo para amar, ella lo amaría menos que Nuestra Señora ama a todos y cada uno de los hombres.
De manera que Ella de tal modo es Madre de cada uno de nosotros y nos quiere tanto a cada uno – por desvalido que sea, por desencaminado que esté, por espiritualmente cojo que sea – que cuando cualquier hombre se vuelve a Ella, el primer movimiento de Ella es un movimiento de amor y de auxilio. Porque Nuestra Señora nos acompaña antes incluso de dirigirnos para Ella. Ella ve nuestras necesidades y es por su intercesión que nosotros tenemos la gracia de dirigirnos a Ella. Dios nos da la gracia de volvernos hacia Ella, nosotros nos volvemos y la primera pregunta de Ella es: “¿Hijo mío, qué quieres?”
Pero nosotros tenemos dificultad en tener esto siempre en vista. ¿Por qué?
Porque nosotros no vemos, y, en nuestra miseria, muchas veces somos de aquellos que no creen porque no ven. Nosotros olvidamos. No dudamos, pero olvidamos, nos sentimos tan desplazados que decimos: “¿Pero será realmente? Después, me sucedió esto, me ocurrió aquello, me sucedió aquello otro, yo pedí a Ella y no fui atendido: ¿por qué voy a creer que ahora seré socorrido? Madre de Misericordia… para mí, a veces sí, pero a veces no… En esta próxima prueba, ¡¿por qué confiar que seré socorrido, oh Madre de Misericordia?!”
Es en esas horas, más que nunca, que debemos decir: “¡Nuestra Señora Auxiliadora de los cristianos, rogad por nosotros!” En las horas en que nosotros no comprendemos, no tenemos noción de lo que va suceder, nosotros debemos repetir con insistencia: “¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos!” Porque para todo caso hay una salida. Nosotros a veces no vemos la salida que Nuestra Señora dará al caso, pero Ella ya está dando una salida monumental.
Por todas las especiales razones anteriores, nosotros debemos repetir siempre: “¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos!” Nuestra insuficiencia proclama la victoria de Ella, canta la gloria de Ella. Por eso, esta oración debe estar en nuestros labios en todos los momentos: “¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos, rogad por nosotros!” Recemos, por tanto, “¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos! ¡Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos!” en todas las circunstancias de nuestra vida, y nuestra vida acabará tal que, a la hora de morir, cuando nosotros estemos en el último aliento y todavía digamos “Nuestra Señora Auxiliadora de los Cristianos”, de ahí a poco el Cielo se abrirá para nosotros. (Por Monseñor João Clá Dias, EP)
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